miércoles, 20 de agosto de 2008

El sillón

La verdad es que pensé que llegaríamos a un acuerdo. Pero entiendo que después de veinte minutos de charla en la cual se dijeron, nos dijimos, te dije y me dijiste cada una de nuestras versiones, veo que no. Que no hay acuerdo posible. Entré pensando que resolveríamos las cosas, pero no "Qué ingenua".
Es momento de abrir los ojos. No me lo habías dicho ese día, pero así se sintió. Fue claro el mensaje. No hace falta que me digas con palabras textuales lo que yo intuía y vos sabías.
Ahora tendría que estar mirando para otros lados, y así lo hago. Pero lleva su tiempo. Y vos lo sabías. Por eso estás tan cómoda en tu sillón. Te sienta bien. Vos te sentás bien en él. Sabés qué uso darle. Y si…si no, no estarías ahí. Siempre digo que hay que tener coraje para sentarse en ese lugar. Y vos no sólo tenías coraje, si no que además, no tenías pelos en la lengua. Y me di cuenta. No es nada nuevo lo que estoy diciendo, pero estar frente a vos, con tu sillón negro, alto, que te sobrepasa la altura de tu cabeza cuando estás sentada, genera ganas de gritar. Pero no grité. ¿viste? Lloré. Me fui llorando. Así se van muchos de ahí. En el fondo te debe gustar. Te debes regocijar en el llanto de los otros. Es tan grande la impotencia que uno siente al salir, que hubiese preferido no entrar. Pero ¡No! Según él, necesitaba esta charla para abrir los ojos, para despertarme de este letargo que tanto me incomoda y que nunca hice mucho para cambiarlo. Pero ahora si, te lo aseguro. Hubiese querido decirte de todo: insultarte una hora entera, pero ese sillón hace sentir chiquito hasta al más grande. Es así. Y lo supe antes de entrar. Y vos lo sabés, y te aprovechás de eso. Te hubiese quedado mejor tener otra postura: ese brazo apollado al costado, no es muy femenino. Pero no te importa. Cuánto menos femenina se te vea, mejor te sentís. Y lo sé. Lo sabemos. Tampoco somos tontos.
Pero no pienses que me voy a quedar con los brazos cruzados.. Nadie lo hace…Al fín y al cabo, todos se enojan contra estas impotencias que ustedes nos generan. Yo seré, si no lo soy, la siguiente en enojarme. Y acá me ves. Todavía estoy sentada en mi sillón, es más chico, ya lo sé. Pero más noble y (...). Arrancaré una nueva búsqueda sabiendo que no es fácil. Pero no me importa. No le tengo miedo a los sillones altos, robustos. Pero hace largo tiempo ya me había cansado de ver el mismo. Buscaré otro sillón. Quizá más chico, quizá no. Pero un nuevo sillón, siempre reconforta el alma. Estoy segura.

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