jueves, 30 de octubre de 2008

Nosotros y nadie más

Se veían muy sucios. Parecía que hace años no teníamos la posibilidad de lavarlos. Tenían tierra. Los miré y me llamó la atención la poca bolilla que le prestábamos a esos detalles. Sólo estábamos atentos a vernos bien por dentro, a estar bien entre nosotros. La parte externa estaba completamente dejada de lado. Pero no me importaba. Así éramos felices. La vida nos trataba bien de esta manera. Teníamos miedo de cambiar el más mínimo detalle. Permanecíamos con las mismas cosas por años. Las mismas actitudes, los mismos comportamientos. Todo igual. El cambio nos horrorizaba. Teníamos miedo a perdernos. A que los cambios nos modificaran. Poco a poco, nos fuimos metiendo dentro nuestro, aislándonos de la gente por miedo a que las personas cambiaran nuestros pensamientos. Nuestras formas de ver la vida. Cuatro años estuvimos juntos, pegados. Íbamos a todas partes juntos, no salíamos con gente, no hacíamos actividades; ni siquiera trabajábamos para no estar con otras personas que no fuéramos nosotros dos. El día en que Pablo se tiró al río, disfrutábamos de un hermoso día al aire libre. Él estaba medio extraño, caminaba raro; pero no le di importancia al tema, creyendo que era porque estaba cansado. Se miró los pies parado sobre el borde de una piedra; y dejó caer todo su peso hacia adelante. Lo vi dar vueltas en el aire y caer fuertemente al agua que se paseaba frente a nosotros. Hacía un rato, agua calma. Hoy en día el agua para mí, es sinónimo de tormenta.


Foto: piés de Zaiper, Seba Barrasa.
http://dialectivos.blogspot.com

Núcleos narrativos

-María trabaja hace más de 20 años limpiando casas.
-Hace un año, cuida la casa de la Sra. Clara durante los fines de semana, cuando ésta se va a descansar al country.
-María suele aprovechar los días que la Sra. Clara está en el country, para estar con su nuevo novio, Juan, en la casa de la Sra.
-La Sra. Clara le tiene mucha confianza a María.
-Un día, la Sra. Clara regresó del country antes de lo habitual y encontró a María acostada en su cama con un hombre.
-En medio de un fuerte griterío y de forcejeos, la Sra. Clara sacó de la cama a María.
-Juan desconcertado, trató de sacar a la Sra. Clara de la casa; mientras María gritaba: "Impostora, la Sra. Clara soy yo; retírese de mi casa"

miércoles, 29 de octubre de 2008

Carta

Estimada Laura:
Cuando recibas esta carta espero te encuentres muy bien.
El motivo de la misma, es consultarte sobre el estado en el cual se encuentra la búsqueda y comentarte unos detalles sobre diferentes cuestiones que me quedaron pendientes la vez pasada. He quedado muy entusiasmada con la propuesta y por tal motivo, me tomé el atrevimiento de escribirte. Realmente, me sentí muy orgullosa de haber sido convocada por vos y estoy convencida de que juntas podremos hacer un gran trabajo. Entiendo que existen muchas cuestiones en la Cámara que hay que modificar y otras tantas, cuidar y mantener como están. Seguramente y convencida de mis palabras, juntas armaremos un proyecto alentador en el cual podamos incluir a toda la industria de nuestro país. Intentaré en estos días enviarte lo prometido. Estoy algo atareada con la Convención de Coloristas, pero en cuanto tenga un respiro estaré enviándote el PPT que te prometí. En el mismo y a modo de adelanto, podrás ver la campaña que realizamos para Pantone V, que obtuvo el 2do puesto en la Gala de Coloristas Latinoamericanos realizada en el Sheraton, el mes pasado. En noviembre estaré haciendo la presentación de lo que fue la gala, en el Museo de arte Moderno Argentino al cual ya estás invitada. Dejaré tus datos y los de tu asistente en seguridad, para que no tengan problemas al ingresar. El mismo comenzará a las 20 hs. pero si te interesa ver el back de los preparativos, en el cual disertará Jomie Aux, especialmente invitada por nosotros para esta ocasión, podés acercarte al lugar a las 17 hs. y presenciar el armado en vivo y en directo. Únicamente te pido una confirmación sobre esto, así procedo a enviar sus datos.
Por otro lado, quería comentarte que recibí muy buenos comentarios acerca del suplemento que redactamos el mes pasado. Creo que es una excelente forma de poder llegar a aquellos destinatarios que con el mailing quedaban de lado. Algunas críticas que por supuesto siempre las hay, indicaron que existe una necesidad creciente por leer más y ver menos imágenes. Seguramente podremos definir qué hacer con este punto la semana próxima en la reunión en la cual trataremos las formas y medios de comunicación. De todas maneras, el target de público al cual estamos llegando ahora, me parece mucho más acertado que las ediciones anteriores. No sé qué opinás vos con respecto a esto.
Sin más, te saludos afectuosamente y espero tener pronto noticias tuyas.

Kasner Mariana.

Texto a partir de foto

Lo recuerdo frío. Rápido, muy rápido. Tan rápido que no llegaba a sentirlo en mi interior. Tan rápido que cuando pude exhalarlo, sentí caerme sin fuerza al piso. Pero me contuve, me cuidé, porque abajo había agua. Y el agua estaba sucia. Traía restos de aquellos viejos tiempos. Mugre. Suciedad. Entonces, hice piruetas, grandes trombos para no caer y lo logré. Pude quedarme sobre aquella piedra fría que recuerdo inmensa. Mucho más grande que yo. Yo era pequeña, temblaba y corría tan rápido como podía. Pero no porque tuviera fuerzas. Corría porque dentro mío estaba atrapado. Quería salir y con sus fuerzas, me obligaba a moverme rápido, a hacer ruidos y a correr sin rumbo. Pero ese día me sentí. El sol pudo llenarme las venas que antes estaban hinchadas de dolor, de exaltación. El sol con su grandioso poder me hizo bien. Descansé en un verde gigante. El agua de a poco se iba limpiando, se iba evaporando mientras más limpia estaba. Y comenzaba a moverse paulatinamente junto al compás de mi corazón. Se movía siempre en la misma dirección y luego desaparecía. Dejaba de verla. Pero no importaba. El sentir era mucho mayor que aquella cantidad de agua ya limpia. El sentir era completo, era tranquilo. Saqué la bocanada de vértigo que traía dentro. Lo había dejado atrás y planeaba no pasarlo buscar nunca más. Lo dejé tendido de aquel árbol. De sus hojas colgaban pedacitos de vértigo que colgué. Colgaban húmedos hasta caer al suelo y desaparecían. Ese día, prometí dejar todo eso con una fuerte exhalada, en aquél lugar. Y no volver más. Nunca más.

sábado, 4 de octubre de 2008

Mi día típico

Mariana se levanta temprano. Sea día de semana, o fin de semana. No lecuesta levantarse, a diferencia de mucha gente. Todo lo contrario. Quizáes producto de lo ansiosa que es, que no le permite disfrutar de largashoras de sueño. Ama aprovechar el día. Por lo general, cuando sedespierta ya tiene dentro suyo una cuota de energía que le va a alcanzarpara seguir en ritmo durante todo el día.Él se queda en la cama. Ella Disfruta de besarlo, aunque él protesteentre dormido. Desayuna muy liviano, tan liviano que sólo toma un cafécon leche. Le dedica un rato largo a probarse ropa, a ver qué usarádurante el día. El estar vestida como ella elige y no haberme puesto loprimero que encuentra en el placard, la pone de buen ánimo. Se peina ysale contenta a la calle para ir al trabajo. Por lo general, el estarcontenta, a veces se le olvida cuando empieza a pensar en su mal sueldo,en todas las responzabilidades que tiene en el trabajo y que no lereconocen, aunque en el fondo, deba admitir que más allá de todo, lapasa bien en la oficina. Vive diariamente con muchas ideas ypreocupaciones en la cabeza. A veces termina agotada, y otras veces suscontinuas ideas, le dan energía para seguir adelante. Después deltrabajo, va a la facultad, y aunque protesta porque prefiere estar encasa, disfruta de estar ahí, con sus compañeros y ya amigos. Si no cursaese día, quizá se van juntos al cine o con una amiga a tomar un café ovuelve a casa temprano y según lo que él cuenta, molesta mucho con eltema del “orden”. Ella no se da cuenta. O quizá si. Pero necesito volvera casa y ver todo en su lugar, a diferencia de él, que según lo que elladice, “le gusta vivir en el quilombo”. Pero él dice: “Yo no me doycuenta”.

Escenario elegido

Es un departamento de 3 ambientes, bien ubicado y luminoso. En uno de los cuartos, hay una cama, un mueble con un espejo de cuerpo entero y un placard en la pared. Todo el juego de muebles, es muy antiguo pero se mantiene en buen estado. Uno de los cajones del mueble, tiene maquillajes viejos, algunos ya no funcionan, otros empastados por el correr del tiempo. Al costado de la cama, hay un colchón para evitar que la abuela se caiga de costado y su bastón está siempre en una de las 4 esquinas de la cama, sostenido con una cinta. El colchón de la abuela está cubierto por un plástico para evitar que se traspase la humedad, cuando ella se hace pis por las noches y no tiene los pañales puestos. La ventana de ese cuarto da al patio de un colegio católico de varones, donde todos los días juegan muchos chicos a la pelota. Las cortinas de la habitación, se mantienen por lo general bajas, para que la abuela pueda dormir ya que pasa la mayor parte del día en aquella habitación, acostada. Su puerta es corrediza y da a un pasillo corto que llega hasta el living. El otro cuarto tiene otra cama, donde dormía el abuelo. Luego pasó a ser la habitación de la señora que cuida a la abuela. Tiene una biblioteca con libros muy viejos. Además, la pared está repleta de fotos en blanco y negro de familiares que pocos recuerdan, enmarcadas en cuadritos que fabricaba el abuelo. Es una habitación muy chiquita y el papel de la pared está viejo y salido en sus extremos. Los muebles son antiguos pero de madera muy buena. Su puerta también es corrediza. El living es muy luminoso, lindo y el juego de muebles debe tener por lo menos 50 años. Hay una gran mesa redonda que está siempre cubierta con un mantel plástico para evitar que la abuela arruine la madera cuando se le cae comida del plato o de la boca. Cerca del ventanal que da a la Av. Cabildo hay dos sillones enfrente del TV, que su tapizado está bastante viejo y con olor a pis de la abuela. Cada sillón tiene un apoya pies en el piso, para que la abuela descanse sus piernas. El living tiene un espejo gigante y hermoso en la pared, que a pesar del tiempo, se mantiene como nuevo y el balcón es muy ruidoso pero tiene una vista muy linda. El parquet de todo el departamento está bastante descuidado y en algunos sectores le faltan pedazos. La cocina es muy chica y tiene varios muebles inventados por el abuelo antes de morir, como un estante para apoyar el hornito eléctrico y muchos utensillos de cocina que él fabricaba con sus propias manos. Por lo general, los cubiertos nunca no están bien limpios. Siempre tienen comida pegados. El baño, a mitad del pasillo es el lugar más triste del departamento. Tiene un agarradero para la abuela al lado del inhodoro, azulejos celestes viejos, y varias agarraderas en la bañadera. Quizá es el lugar de la casa donde más se siente la vejez de la abuela. Las bombachas cuelgan de un tender circular, muy antiguo que siempre me llamó la atención porque viene con los broches incorporados y el lavarropas automático está abajo del lavatorio. Sobre éste, siempre descansa en un vaso con agua, la dentadura postiza de la abuela.

Revolviendo oraciones

LAS ORQUÍDEAS HERMOSAS ILUMINAN LA CASA ENORMEMENTE

La hermosa casa se ilumina enormemente con las orquídeas

Iluminadas enormemente las orquídeas hermosas de la casa

Enormes y hermosas orquídeas iluminan la casa

La casa enorme y hermosa se ilumina con orquídeas

Orquídeas enormes iluminan la hermosa casa

Enorme la casa iluminada por las orquídeas hermosas

Hermosa y enorme la casa iluminada por las orquídeas

Iluminan enormes orquídeas la casa hermosa

Hermosa e iluminada enormemente la casa con orquídeas

La casa hermosamente iluminada por las orquídeas enormes

Orquídeas iluminadas y hermosas iluminan la enorme casa
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La casa hermosa se ilumina con orquídeas enormes

La casa de enormes orquídeas se ilumina hermosamente

Las orquídeas se iluminan desde la enorme y hermosa casa

Escena Mariana, escenario X

Mijal pasa largas horas sentada en la vereda. Disfruta mirar el paisaje y la gente que pasea. Reparte su tiempo entre observar a los traseuntes y dibujar la catedral típica del lugar, para poder entregar los bocetos a pedido de una de las materias que tiene en la facultad. Traza líneas, las borra y las vuelve a dibujar. Durante los tres años en que viene haciendo la carrera, pasea varios días por aquellas calles que poco a poco siente lejanas, casi enemigas. Lleva la caja de lápices Faber Castell que le regaló su papá cuando aún vivían juntos y su tablero de dibujo en el maletín de plástico. No sabe si ésa es su pasión, pero no se lo cuestiona. Siente que ya tiene varios cuestionamientos en su interior como para andar metiendo nuevos interrogantes. Por las calles angostas pasean varios de sus compañeros de facultad, pero sin embargo, Mijal prefiere la soledad. Siempre fue una persona solitaria y ella explica que esto se debe a la poca atención que le han prestado en su casa cuando aún era una niña. Que ella no eligió ser así, pero así la dibujó la vida con sus vueltas. Por momentos, se siente un dibujo, un simpático cuadro que la gente mira y olvida al rato. Se siente desaparecer. Casi siempre sola, conversa con algún compañero cuando tiene alguna duda sobre las consignas que debe realizar; pero la mayor parte del tiempo lo pasa mirando las personas que van de acá para allá. Piensa y se imagina la vida de cada transeúnte. "Quizá son extranjeros que pasean por la plaza buscando artesanías del lugar, objetos típicos del país o simplemente recorriendo los barrios típicos de Buenos Aires " deduce para sus adentros. Y se enamora. Se enamora de la gente que pasea, de la que no conoce. Mijal es soñadora. Siempre lo fue. Sueña con la posibilidad de que algún extranjero que descansa en las mesitas del café de la plaza que ella tanto conoce, se pare algún día a hablarle y la lleve bien lejos. Quizá tan lejos como ella no conoce. Sueña con abandonar su actual vida y poder gritarle a su padre todas las cosas que hasta hoy, nunca se animó. Repite varias veces en voz alta “No hacía falta quedarme al lado tuyo papá para estar bien, para estar protegida. Con tener un gran amor alcanza para empezar a ser feliz, para conocer ese mundo que nunca me quisiste mostrar”.

jueves, 2 de octubre de 2008

Narrador y punto de vista

Versión 1:
Noto una extraña sensación en ella. Un cúmulo de broncas, de destellos encontrados que explotan en su interior. Lo puedo ver, sentir. ¿Será que siente que todo lo que le tocó es malo, todo oscuro? La escucho con tonos pesados. La veo negro. La siento como una sombra pesada. Cuando habla con él, siento que ve todo terminar. Que nunca vio colores en su vida. Ella se encierra en su habitación y hablan durante horas por teléfono. Cuando ella cuenta sobre la conversación que mantuvieron, sólo menciona que él se pasa la charla hablando de que sus hijos son ángeles, que nunca vio gente tan brillante y tan sabia. Luego, la veo secarse, con poca vida. Permanece encerrada en su cuarto durante un rato largo después de finalizada la charla y apenas sale, veo su rostro desfigurarse, entristecerse. Él vive lejos hace más de 40 años, y en vez de mantener charlas telefónicas dulces, juegan a ver quién tiene lo mejor. Cada vez que corta el teléfono, parece envejecer 10 años. Se pone fea, sus arrugas se hacen punzantes y su cuerpo se transforma en un envase envejecido y con hongos. Los veo son verdes. Los tiene entre arruga y arruga. Se hacen de color verde fuerte y dejan un olor tan denso que invade su habitación. Después tarda un rato largo en poder salir entera de su cuarto. Lo logra. No sé cómo porque de a ratos, los hongos parecen tomarle todo el cuerpo. Parecen expandirse, ocuparle cada vez más porciones de éste y no dejarla respirar. Los veo crecer desde sus pies, hasta su cuello. Y justo ahí donde parecen ahogarla, logra sacarse las sensaciones oscuras de encima y se vuelve a incorporar. La veo que cierra la puerta con bronca detrás de ella y con la fuerza que la caracteriza, se reincorpora a su vida como si nada le hubiese llamado la atención, ni molestado.

Versión 2:
Nunca me gustó la gente que habla más de la cuenta y menos, cuando quieren mostrar todo lo maravilloso que tienen y más. Mucho más... Quizá hasta lo que no existe. Cuando hablo con él la paso mal. No disfruto de nuestras charlas. Y eso que no abundan. Él vive en Venezuela y las llamadas son caras. Pero tratamos de hablar de vez en cuando ¿Para qué? No lo sé. Pareciera que es un soñador y cuenta lo que sueña. No creo que tenga todo lo que dice. Ni dice todo lo que tiene. Seguro que no. Yo tengo muchas cosas buenas, pero siento olvidarlas. Él hace que las olvide. Él habla tanto de sus cosas maravillosas que yo me pongo verde. Intento terminar la comunicación antes de tiempo, pero él se ocupa de seguir ostentando sus maravillas, sus lujos... En esos momentos me olvido quién soy, quiénes son los míos y me siento sola. Chiquita. Indefensa y ennegrecida. Me pongo verde de bronca y comienza a faltarme el aire. Necesito cortar el auricular. Él parece disfrutar aunque no me viera. Siento que me ahogo, que dejo de respirar, pero recién ahí parece comenzar a hablar de los maravillosos hijos que tiene. Y me escucha jadear. Me pudro por dentro. Me cuesta horrores salir de mi habitación y volver a ser la misma que antes. Esa llamada me cambia. No me deja ser la que era unas horas antes. Después logro volver a mí, a los míos; a mi realidad.

Versión 3:
Se lo ve radiante como el sol. Sus colores bajan, se decaen cuando termina la conversación. Entonces aparece el agua, la desolación. De sus ojos caen gotas enormes cuando se despide de ella. Empapado enormemente recuerda en gris, o en blanco y negro. Se pone grisáceo, entristece cuando corta el teléfono. Mientras la conversación dura, él permanece joven, apuesto y erguido. Hace años vive lejos de ella, pero pasan horas al teléfono. Le cuenta de su vida, de sus chicos que pasean por el mundo capacitándose, aunque ya son grandes profesionales y personas. Y él lo sabe, lo disfruta. Sus brazos como rayos de sol abrazan la ropa, la cama y cada objeto que tiene a su alcance. Se estremece al hablarle, al escucharla feliz. Ella adora escuchar sobre sus sobrinos. Él la siente ansiosa y disfruta aún más. Ansiosa con ganas de escuchar más. Escuchar ansiosamente la hace disfrutar. Él la recuerda niña, ansiosa por jugar. La siente jadear. Jadea. Traga. Habla. Respira. Calla. Y vuelve a hablar. Cuando la conversación finaliza, él está con ganas de volver a empezar. Ella lo escucha con euforia quizá, con la alegría dibujada por las arrugas suaves. Arrugas pintadas en ese rostro que escucha con tanta ansiedad, que parece mirar.